Dios nos dice que nuestra sexualidad es valiosa y debe ser tratada como tal. El sexo sin restricciones en nuestra cultura es solo un atajo a la realización personal y, por desgracia, una imitación indigna del sexo verdadero.
Dios nos dice que nuestra sexualidad es valiosa y debe ser tratada como tal. El sexo sin restricciones en nuestra cultura es solo un atajo a la realización personal y, por desgracia, una imitación indigna del sexo verdadero.